México nació a la vida republicana, empezó su independencia, porque se decidió a acabar con “el mal gobierno”. Hoy la Constitución nos otorga el derecho de hacer lo mismo, por la vía de las urnas, y, por desconocimiento o miedo ¿lo vamos a desperdiciar…? En lo que esté a nuestro alcance ¡de seguro que no!

Desde este espacio trabajaremos duro para ello.

Vivimos una crisis de participación ciudadana, que se deriva de una carencia previa y peor: la crisis de representación política.

Y es que nuestros supuestos representantes (legislativos o ejecutivos, salvo honrosas y muy escasas excepciones) ya no nos representan: parece que representaran sólo sus propios intereses, de tal suerte que lo político huele mal

Al final, se vuelve un dilema como el del huevo y la gallina, en un círculo vicioso de retroalimentación perversa: No participamos, porque no tenemos opción de contar con representantes confiables y, al no participar, tampoco podemos renovar la calidad de los candidatos a ser nuestros representantes.

Con todas sus imperfecciones, el Sistema Democrático Republicano es la mejor forma de gobierno existente, pero es evidente que hoy, en México como en muchos países de la Región, parece herido de muerte.

Para salvar la democracia hace falta una mayor participación ciudadana: personas que, en un plan de activismo social pacífico, estén dispuestas a rifarse por México, pasando de la preocupación a la acción, de las redes sociales a las calles, si fuese necesario, arremangándose la camisa y poniéndose a REMAR por la Patria.

¿Te animas a ser una de esas personas…?